En lo profundo de la región otomí, al norte de Toluca, el cempasúchil florece con intensidad desde septiembre, para marcar el sendero hacia las tradiciones que honran a los seres queridos que han partido. Este vibrante color anaranjado no solo adorna los camposantos, sino que también simboliza el amor eterno que los habitantes de San Andrés Cuexcontitlán, San Pablo Autopan y San Cristóbal Huichochitlán sienten por sus difuntos, especialmente por las almas de los infantes que dejaron este mundo antes de tiempo y aquellos que murieron de manera trágica. La fe en San Miguel Arcángel es el faro que guía esta celebración.
Las calles y panteones se llenan de flores anaranjadas, lilas y blancas, mientras las familias se reúnen para limpiar las tumbas de sus seres queridos. Es una tradición que va más allá de la simple decoración; se trata de preparar el espacio para recibir a las ánimas de los infantes, los "angelitos", como los llaman.
La tarea de retirar la mala hierba y adornar las lápidas se hace en comunidad, en un acto de profundo respeto y amor. Como cada año, la tradición no solo es preservada, sino que cobra vida de nuevo en cada pétalo que se esparce y en cada ofrenda colocada.
Fernando Balderas, vecino de San Andrés Cuexcontitlán, explicó al Sol de Toluca con orgullo la herencia que le transmitieron sus abuelos.
“Nos platicaban que esto es para nuestros fieles difuntos, especialmente para los niños angelitos. Ellos vienen los días 29 de septiembre, y les dejamos un pan y un vaso con agua. También ponemos una cruz de pericón en la puerta para que no entren los demonios”.
Es en este contexto donde la celebración de San Miguel Arcángel adquiere una dimensión especial, pues este arcángel es visto como el protector de las almas, en particular de aquellas que partieron demasiado pronto.
La festividad de San Miguel Arcángel, patrón de la comunidad otomí, es una mezcla de creencias católicas y prehispánicas, que se entrelazan para formar un ritual lleno de significado.
El uso del copal es fundamental; este incienso esparce su aroma a lo largo del panteón, purificando el ambiente y ayudando a guiar a las almas en su retorno al mundo de los vivos.
El humo de copal es sagrado, es como un llamado para que las ánimas encuentren su camino Guadalupe García
Las ofrendas incluyen alimentos, agua, y las flores de cempasúchil, que según la creencia, iluminan el trayecto de las almas hacia sus hogares.
Durante esta celebración, las familias otomíes no solo recuerdan a sus seres queridos, sino que también refuerzan sus lazos comunitarios y espirituales.
La festividad de San Miguel Arcángel es un momento para agradecer la protección divina, al tiempo que se honra a los ancestros. Es una fecha que mantiene viva la memoria de los infantes fallecidos y fortalece la identidad del pueblo originario que resiste la urbanización.
Además, el día está marcado por la fe y la esperanza, donde las oraciones y cantos dirigidos a San Miguel son una constante. Las personas elevan sus plegarias al arcángel para que siga protegiendo a los más vulnerables, tanto en el mundo terrenal como en el espiritual.
En cada altar, en cada tumba adornada, resuenan las palabras de quienes buscan consuelo en la tradición: "No estamos solos, nuestros angelitos nos cuidan desde donde estén".
El Día de San Miguel Arcángel, además de ser una celebración espiritual, es un recordatorio de la resiliencia y la fortaleza de las comunidades otomíes. Es una ocasión que combina la fe y el amor por los que ya no están, con el compromiso de preservar una tradición que sigue viva en el corazón de quienes la practican.
En cada gesto, desde el esparcimiento de las flores hasta la quema del copal, se reafirma el vínculo que une a los vivos con sus difuntos, en una celebración que trasciende el tiempo y las generaciones.