En el barrio de San Pedro las fachadas de las casas lucen una franja de humedad, que marca el nivel que sube el agua cada inundación. El río Lerma se desborda y no avisa, dice Araceli. Se debe resistir varias "mareas altas", sin reproche.
"Apenas van dos, el año pasado resistimos cuatro", añade Araceli. Se refiere a las inundaciones de aguas negras que cubren durante días las calles, patios y domicilios del barrio de San Pedro.
"Ya estamos acostumbrados a que no llegue ayuda, uno mismo tiene que invertirle para no ser afectado", reprocha la madre de familia.
Frente a su puerta, a principios de junio levantó una barda de unos 80 centímetros. Espera que le sirva y que el agua no llegue al metro de altura, tal como ha ocurrido.
El mismo tipo de barda se replica en otros domicilios y negocios de la calle Emiliano Zapata, sobretodo, en los ubicados en la zona más baja del barrio. Los que dan con la avenida Benito Juárez, que es el acceso principal a San Mateo y el punto de mayor colapso con las lluvias.
“La cosa es que cuando nos gana, ya no se puede hacer nada”, relata Araceli.
Son alrededor de tres mil viviendas y negocios en los diferentes barrios que colindan con el río Lerma, y que están expuestos al desborde de las aguas negras.
La zona más baja comienza desde la franja que divide la vialidad Solidaridad Las Torres hacia la zona norte.
El hogar de Araceli, lo conforman su esposo, y sus tres pequeñas, de entre cinco a 12 años. Ellas son las más expuestas a las enfermedades que acarrean el lodo y el agua de drenaje.
Incluso en su casa, la madre de familia ya se alista con botellones de cloro y jabón para lavar los pisos una vez que se genere una inundación.
“Le lavamos con cloro y aromatizante, es muy penetrante el olor y queda varios días”, dice la mujer.
Al igual que el resto de familias del barrio de San Pedro, ella ha vivido toda su vida en el mismo lugar. No hay a dónde ir y lo deben aceptar.
Detrás de ese pequeño muro de 80 centímetros, que es su única protección contra el agua sucia, los pisos de la sala y cocina de Araceli lucen vacíos. No hay muebles, ni aparatos eléctricos.
“Hasta aquí, mire, aquí llegó el agua”, señala Araceli las franjas de humedad en su pared color limón, que visten manchas negras de humedad y desgajes.
Los pocos muebles que tiene, los ha mudado a la segunda planta para evitar que se dañen.
“Aquí abajo todo es provisional, porque si se inunda, se echa a perder”, dice mientras mueve unos platos en la cocina, “mire, esa lavadora así se echó a perder”, explica Araceli.
Las inundaciones alcanzarán este año nuevamente a las familias de este barrio, y habrá que lidiar con ello, por negligencia y falta de obras de drenaje.
Así lo acepta Araceli Escobar, habitante de San Pedro.