/ miércoles 30 de octubre de 2024

Repique inocente | Nos cargó el payaso

Mis estimados cuatro lectores, dos puntos, no sé si ustedes, que tienen los sentidos bien aguzados y la sensibilidad social a flor de piel, se hayan dado cuenta de que en materia de los baches y el mal estado de las calles, ya estamos en otra etapa de la conciencia colectiva. En esta etapa, ya estamos francamente resignados: los baches se quedarán ahí para muestra, hasta que se eviten los pretextos y haya suficientes recursos para las reparaciones.

Y nadie puede garantizar que eso vaya a ocurrir en la próxima administración municipal.

El caso es que hemos transitado en varias etapas en torno a los baches, casi como si lo hubiera descrito Kübler-Ross.

Primero, la negativa… hemos movido la cabeza de un lado a otro rechazando que esta sea la realidad en la que estemos viviendo. La incredulidad, porque se nos dificulta creer que haya un deterioro tan grave en el espacio público que significan las calles, al que se agrega la falta de acción gubernamental.

Hemos pasado por la ira: una molestia superlativa porque la falta de acción de los gobiernos se materializa en un agravamiento del problema: los hoyos que antes eran muchos y molestos, se han hecho más grandes y más molestos. Además, hemos caído en ellos una y otra vez… y como dice el refrán: tanto va el cántaro al agua, que acaba por romperse. Sí, el que se rompió fue el rin, la que se ponchó fue la llanta. Y no una, sino en varias ocasiones, con los costos que hay que pagar, lo que hace todavía más profunda y rabiosa nuestra ira.

En algún momento, la furibunda cólera se ha apaciguado. Nos han dicho que iban a invertir millones en reparar las calles. Y lo creímos, así que entramos en una suerte de negociación con nosotros mismos, además de albergar alguna esperanza… mientras algunas almas buenas decidieron tapar algunos agujeros por su cuenta —y otros hicieron la pantomima de plantar arbolitos, para provocar alguna reacción—. Pero no pasó nada: las calles siguen igual de agujereadas, llenas de baches que todos los días crecen y se multiplican, así que le dimos un tiempo a la tristeza.

Y ahora estamos en plena resignación, en la que nuestra fe se perdió y estamos ciertos de que nada va a cambiar. No es que no nos importe, simplemente damos por hecho que los baches seguirán ahí, porque la acción gubernamental no existe ni existirá, por lo menos en los restantes 60 días de las actuales administraciones municipales.

De los baches, ya sabemos dónde están, cuáles son los más malignos y “dañeros”, en dónde aparecieron nuevos y hasta cómo evitar los daños al automóvil. Aceptamos que “ya nos cargó el payaso”. Y esperaremos el milagro. O la llegada del Prometeo —aunque ya sabes cómo termina esa historia—.

Director del noticiario Panorama Informativo Toluca de Grupo Acir Toluca. Gerente de Meganoticias Toluca.

Tips: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.

Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad de quien las emite y no de esta casa editorial. Aquí se respeta la libertad de expresión.

Mis estimados cuatro lectores, dos puntos, no sé si ustedes, que tienen los sentidos bien aguzados y la sensibilidad social a flor de piel, se hayan dado cuenta de que en materia de los baches y el mal estado de las calles, ya estamos en otra etapa de la conciencia colectiva. En esta etapa, ya estamos francamente resignados: los baches se quedarán ahí para muestra, hasta que se eviten los pretextos y haya suficientes recursos para las reparaciones.

Y nadie puede garantizar que eso vaya a ocurrir en la próxima administración municipal.

El caso es que hemos transitado en varias etapas en torno a los baches, casi como si lo hubiera descrito Kübler-Ross.

Primero, la negativa… hemos movido la cabeza de un lado a otro rechazando que esta sea la realidad en la que estemos viviendo. La incredulidad, porque se nos dificulta creer que haya un deterioro tan grave en el espacio público que significan las calles, al que se agrega la falta de acción gubernamental.

Hemos pasado por la ira: una molestia superlativa porque la falta de acción de los gobiernos se materializa en un agravamiento del problema: los hoyos que antes eran muchos y molestos, se han hecho más grandes y más molestos. Además, hemos caído en ellos una y otra vez… y como dice el refrán: tanto va el cántaro al agua, que acaba por romperse. Sí, el que se rompió fue el rin, la que se ponchó fue la llanta. Y no una, sino en varias ocasiones, con los costos que hay que pagar, lo que hace todavía más profunda y rabiosa nuestra ira.

En algún momento, la furibunda cólera se ha apaciguado. Nos han dicho que iban a invertir millones en reparar las calles. Y lo creímos, así que entramos en una suerte de negociación con nosotros mismos, además de albergar alguna esperanza… mientras algunas almas buenas decidieron tapar algunos agujeros por su cuenta —y otros hicieron la pantomima de plantar arbolitos, para provocar alguna reacción—. Pero no pasó nada: las calles siguen igual de agujereadas, llenas de baches que todos los días crecen y se multiplican, así que le dimos un tiempo a la tristeza.

Y ahora estamos en plena resignación, en la que nuestra fe se perdió y estamos ciertos de que nada va a cambiar. No es que no nos importe, simplemente damos por hecho que los baches seguirán ahí, porque la acción gubernamental no existe ni existirá, por lo menos en los restantes 60 días de las actuales administraciones municipales.

De los baches, ya sabemos dónde están, cuáles son los más malignos y “dañeros”, en dónde aparecieron nuevos y hasta cómo evitar los daños al automóvil. Aceptamos que “ya nos cargó el payaso”. Y esperaremos el milagro. O la llegada del Prometeo —aunque ya sabes cómo termina esa historia—.

Director del noticiario Panorama Informativo Toluca de Grupo Acir Toluca. Gerente de Meganoticias Toluca.

Tips: felgonre@gmail.com. Twitter: @FelipeGlz.

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