Almoloya de Juárez, México.- Cae la noche en Almoloya, los faros de El Altiplano se divisan como destellos blancos desde la carretera libre a Ixtlahuaca. A unos mil metros a la distancia aún ciegan la vista. Las lámparas enfocan en pares por encima de los escasos reflejos que salen de las casas de Santa Juanita, cubren el perímetro y obligan a que todo el tiempo parezca que es de día al interior del penal. Del otro lado, en el pequeño pueblo, todo luce oscuro.
En medio de la seguridad, los patrullajes y el miedo que rodea el perímetro del penal federal, sobrevive Santa Juanita. Al poniente del pueblo la vista permite ver campos extensos y verdes que llegan con el verano, al oriente las altas bardas y gruesas, coronadas con alambres de púas en sus cúspides que dan al interior del reclusorio. Una brecha en terracería de unos 30 metros en su ancho separa la tranquilidad del ejido de mil habitantes con el infierno de la cárcel.
Instalado en un rincón de Almoloya de Juárez, desde el siglo pasado, sobrevive el pequeño pueblo con un aproximado de 100 casas, dedicado a la labranza de la tierra y la cría de animales. Un poblado con las carencias naturales que padecen las zonas rurales del país, que batalla con el servicio de luz y agua. La incidencia delictiva durante el año no se puede medir y los únicos delitos que se llegan a cometer es el robo de ganado, chivos, vacas o caballos. Pero el apacible asentamiento es paradójicamente vecino de varios de los capos del narcotráfico de las drogas más peligrosos del país.
-¡Nosotros llegamos primero, tenemos toda una vida aquí! -testifica Guadalupe, mujer nacida en Santa Juanita, y donde también formó su propia familia.
Tras la fuga de Joaquín Guzmán Loera el “Chapo”, en julio de 2015, a los habitantes de Santa Juanita les notificaron que parte de las medidas de seguridad que se instalarían en el perímetro del penal sería una reubicación del pueblo completo y la destrucción de las viviendas, sin embargo Guadalupe y sus vecinos aseguran que nunca aceptarían mudarse de sus casas. No temen al “diablo” que habita dentro de los muros y están dispuestos a seguir viviendo en medio de operativos y monitoreos constantes.
A menos de 50 metros del reclusorio se ubica la primera vivienda y la escuela primaria Anáhuac. De acuerdo a la norma federal que rige la construcción de penales, la escuela al igual que el pueblo no debería existir.
La comunidad cuenta con luz eléctrica, calles pavimentadas y servicio de agua potable por parte del municipio, aunque geográficamente es un ejido autónomo.
Los niños que acuden a la primaria saben de la existencia de delincuentes peligrosos al interior del penal, pero al igual que todos los vecinos, aseguran no sentir miedo. Cohabitan con el mal y sólo temen a su Dios.
-¿Sabes quiénes viven ahí en la cárcel?
-Sí, los señores malos, -responde Edgar, uno de los alumnos que acuden a diario a sus clases a la primaria del pueblo.
"Los servicios de agua, luz y pavimentación se nos puso desde hace años, cuando se hicieron las gestiones y la comunidad fue creciendo", menciona otro de los habitantes de Santa Juanita.
Las preguntas obligan a omitir sus nombres por el temor intrínseco que generan los nombres de los líderes del narcotráfico.
En Santa Juanita incluso hay servicio de transporte público que conecta a los habitantes con la cabecera municipal y hace parada frente al reclusorio.
El show mediático del “Chapo”
En el año 2015, con la fuga y luego la recaptura del “Chapo” Guzmán, el pequeño pueblo fue centro de atención de medios internacionales que llegaron y se hospedaron en cuartos rentados, instalaron camionetas con antenas satelitales para sus transmisiones durante semanas y se adueñaron del ejido.
Hubo familias que aprovecharon la visita de reporteros locales, nacionales y corresponsales de otros países para abrir cocinas económicas y tiendas de abarrotes, o incluso rentar cuartos. Fueron algunos meses que hubo mucha afluencia de clientes que poco a poco se disiparon junto con el show de medios provocado por la figura del narco, considerado el más peligroso de México.
Actualmente los negocios continúan abiertos, sólo que ahora sus clientes permanentes son los abogados, los policías federales que son asignados a la vigilancia del perímetro e incluso los familiares de los presos.
"El año pasado era todo un relajo, a diario estaban aquí los reporteros y los soldados y la verdad sí vendíamos más", explica una de las locatarias que abrió su negocio durante el show mediático de Joaquín Guzmán Loera.
La gente de la ranchería es discreta, prefiere no hablar mucho de lo que miran llegar y sobrevolar, las camionetas de lujo con placas de Sinaloa, Durango y Guerrero, o las mujeres con ropas finas, lentes de sol, tacón alto y jeans, que son comunes. Eso prefieren olvidarlo.
-Las hermanas del “Chapo” vinieron alguna vez, -comenta una de las comerciantes del pueblo. Se refiere a la visita hecha por las hermanas del capo a El Altiplano, ocurrida el 5 de marzo del 2016, en su lucha mediática que la familia habría de llevar para lograr que al jefe del cártel de Sinaloa le dieran mejor trato al interior del penal.
El penal se ubica junto a dos comunidades aledañas y un fraccionamiento construido hace unos años, ubicado a un kilómetro de distancia. Casas de interés social que contrastan con la apariencia rural de la zona.
Al otro lado del poblado, en la cara oriente, se ubica la construcción donde nace el túnel excavado en línea recta hasta la celda del “Chapo” Guzmán. Aún se tiene en custodia y la zona luce completamente despoblada.
Los habitantes de Santa Juanita nunca se acercan, sólo miran a lo lejos la edificación que en su momento pensaban era una bodega en construcción.
Semanas después de la fuga más extravagante de los últimos tiempos, los operativos no cesaron. Los protocolos incluso obligaron a aplicar encuestas entre los pobladores, se pegaron fotografías de Guzmán Loera, calvo y a blanco y negro. En números en negritas y grandes, se podía leer el monto de la recompensa por dar pistas de su ubicación.
Preguntas como: ¿Sabe dónde se esconde el “Chapo”? se aplicaron, no sólo en Santa Juanita, también en los pueblos aledaños a El Altiplano.
Con los formatos de 10 preguntas, los convoyes de camionetas de la Policía Federal recorrieron aquel entonces las comunidades de Almoloya de Juárez, sobre todo las ubicadas en las cercanías al penal de máxima seguridad. Anduvieron las plazas, mercados, casa por casa, talleres y tiendas. En los postes de luz se pegó la foto de Guzmán Loera, para luego seleccionar entre los vecinos a quienes de forma voluntaria aceptaban contestar.
“Pasaron y nos preguntaban que si queríamos que nos apliquen el cuestionario, yo acepté pero la verdad se escuchaba tentador lo que ofrecen pero mejor no meterse con el ‘Chapo’”, revela el dueño de una carnicería ubicada en Santa Juanita, sobre aquella ocasión.
Las encuestas fueron parte de los protocolos y estrategias que se siguieron en los meses subsecuentes, hasta que se logró la recaptura del jefe del cártel de Sinaloa.
Los capos de El Altiplano
El penal federal abrió sus puertas en noviembre de 1991 con capacidad para 70 reclusos y con 27 mil metros cuadrados custodiados día y noche. Tuvo como primeros reos de alta peligrosidad a los fundadores del Cártel de Guadalajara.
Los nombres de Rafael Caro Quintero, Miguel Ángel Félix Gallardo y Ernesto Fonseca Carrillo “Don Neto”, fueron los primeros capos en ser trasladados de penales estatales hasta el Altiplano en los años 90.
Durante su segunda época aprisionó a Osiel Cárdenas Guillén, líder del Cártel del Golfo, trasladado en marzo de 2003 y a Daniel Arizmendi López “El Mochaorejas”, recluido en agosto de ese mismo año.
Otros huéspedes recientes, algunos ya extraditados, son: Edgar Valdez Villarreal la “Barbie”; Rubén Oseguera González el “Menchito”, líder del Cártel de Jalisco Nueva Generación y Omar Treviño Morales el “Z42”, líder fundador de Los Zetas.
Santa Juanita sobrevivió a esos nombres y otros tantos operativos de traslados de huéspedes especiales de El Altiplano y no cedió. El pueblo sigue su rutina, celebra a su santo patrono con cohetes y banda de viento. Cosecha lo labrado en sus extensas tierras y al igual que el maíz que crece en los surcos, cada temporal vuelve a renacer. Para volver a retar al “diablo” que habita al interior del penal con mayor seguridad del país.
HABITANTES
Mil personas viven en Santa Juanita
100 casas existen
1 Iglesia y 1 escuela hay en el pueblo
SERVICIOS PÚBLICOS
Agua potable
Luz eléctrica
Transporte público
DIMENSIONES
30 Metros de distancia hay entre el pueblo y el penal
Unos 100 años tiene el pueblo
FRASE
Nosotros llegamos primero, tenemos toda una vida aquí.
Guadalupe, vecina de Santa Juanita
FRASE
El año pasado era todo un relajo, a diario estaban aquí los reporteros y los soldados y la verdad sí vendíamos más.
Locataria de Santa Juanita
CAPOS DEL ALTIPLANO
- Joaquín Guzmán Loera el “Chapo”
- Rafael Caro Quintero
- Ernesto Fonseca Carrillo Don Neto
- Omar Treviño Morales El Z40
- Osiel Cárdenas Guillén
EXTENSIÓN DEL PENAL
27 kilómetros cuadrados
CAPACIDAD
700 Reclusos
ANTIGÜEDAD
26 Años
NOMBRES
- Penal Almoloya (1991)
- Cefereso No. 1 La Palma (2000)
- Altiplano (2006)