Toluca, México.- En el extremo de la Plaza Ángel María Garibay, doña Tomasa extiende su mercancía, que consiste en ropa usada y unas figuras del nacimiento navideño. Es la única comerciante que se arriesgó en regresar a la plancha, que fue desalojada por la policía de Toluca el martes durante la madrugada.
“Si el gobierno quiere así, no hay más qué hacer, si vienen y me quitan me voy, pero me quedo sin comer”, reprocha la comerciante de 78 años de edad.
De manera irónica, en la misma plancha donde el martes se desplazó a docenas de policías para limpiar la plaza de ambulantaje, este miércoles un grupo de trabajadores descargaban desde un camión estructuras de metal para levantar una carpa.
“Lo único que queremos es trabajar, que nos den permiso, a mi ya nadie me quiere dar empleo en otro lado, sólo vendiendo mis cositas”, explica la mujer de la tercera edad.
Hace 10 años que falleció su esposo, doña Tomasa Estrada Soto quedó en el desamparo total. Debió emplearse en el trabajo doméstico, pero incluso en esa actividad ahora no le dan espacio.
Me dicen que ya no puedo cargar nada, y no me dan trabajo y tengo que venirme aquí de a ratos, luego plancho y lavo ropa
Sus ingresos diarios desde el rincón de la plaza se reducen a 20 pesos diarios, en sus mejores días hasta 50 pesos. No más. Sobrevive con menos de un salario mínimo, y aún así debe sortear los decomisos del ayuntamiento.
“Vendo a lo mucho unos veinte a treinta pesos y con eso le hago para comer”, revela doña Tomasa.
En su andar diario, sale de su casa en Calixtlahuaca, por lo regular antes de las 8:00 horas para llegar al centro de Toluca. Siempre carga un morral en el que lleva su mercancía. Hasta hace una semana le iba mejor porque había más clientes. Ahora la plaza luce desoladora para la venta.
Las canas y arrugas sobre el rostro, se mezclan con la tristeza que sale de los ojos de la mujer, quien suelta en llanto por el viacrucis diario.
“Tengo una hija enferma (síndrome de down), ya tiene veintisiete años pero no sale valer por sí misma”, relata doña Tomasa.
Sentada sobre el asfalto de la plaza, la anciana aguarda paciente con su costura de servilletas la llegada de cliente. Esa suerte no llega a diario, pero ella no desiste.