Apenas eran las 11:30 horas de este 15 de agosto y las campanas del templo del Cristo Negro en el barrio de Santa María Ahuacatlán, Valle de Bravo, sonaban para llamar a los creyentes católicos.
Una de las fechas más importantes para esta religión se iba a celebrar al interior del recinto, pues María, la madre de Jesús, ascendió al reino de Dios un 15 de agosto, de acuerdo con lo dicho por el Papa Pío XII en la Constitución “Munificentissimus Deus”.
Pero la celebración de este 2020 fue diferente en Valle de Bravo.
No había puestos semifijos ofreciendo comida típica de la región como tamales nejos, mole rojo de guajolote, guacamote cocido, enchiladas rojas y verdes, o los tradicionales pambazos vallesanos.
Tampoco había juegos mecánicos colocados en la calle Marina Nacional a un costado del templo.
Ni mucho menos, mesas con cervezas para quienes quisieran quitarse la sed, como las colocadas en las tradicionales carpas de la pequeña Lulú, una tienda muy popular de este barrio de la cabecera municipal.
Solo se dio la celebración de la misa acompañada con la quema de fuegos pirotécnicos en el aire. Ni música de viento, ni mojigangas, ni yuntas.
Fueron austeros los adornos colocados en el templo y en las imágenes de la Virgen María.
En las puertas del atrio de la iglesia, letreros daban la bienvenida a los feligreses diciéndoles que sin cubrebocas no podían acceder a la celebración de la eucaristía, era parte de la nueva normalidad que dejó la pandemia provocada por el Covid-19.
Sobre una banca, en la entrada, estaban colocados dos expendedores de gel antibacterial, los cuales, uno a uno, desinfectaron las manos de quienes iban a escuchar la palabra de Dios.
Dieron las 12:00 horas, el mediodía, cuando la liturgia eucarística comenzó con apenas 30 personas, alcanzando el 10% del aforo total del templo. En las bancas de madera había de una a dos personas con la sana distancia recomendada por las autoridades sanitarias.
El párroco del Pueblo Mágico, Miguel Ángel Saldaña Rivera, ofició la celebración espiritual recordando que, en estos tiempos de pandemia, la fe puede dar esperanza y tranquilidad para quienes están en una situación complicada.
El saludo de la paz fue dado con una reverencia nada más, y la comunión se dio de mano en mano para evitar el contacto con la boca de las personas, en su mayoría, de la tercera edad.
Era miedo lo que se percibía en el ambiente de la iglesia, sin embargo, conforme se fue desarrollando el ritual, la fe superó esta barrera e hizo que el encuentro con Dios en esta fecha fuera más especial.
Al final de la celebración litúrgica, los devotos pasaban a la capilla que se encuentra dentro del templo, al lado derecho según la entrada.
En ésta, María de la Asunción está colocada, y en su día, no podían irse sin persignarse con la imagen, agradeciendo por lo dado durante este año, y pidiendo por salir bien librados de lo que viene para los vallesanos.