El Estado de México enfrenta una ola de sangre, pues durante los últimos dos meses más de una veintena de personas han perdido la vida de manera violenta en municipios del valle de México.
La saña con la cual han sido asesinados, así como los mensajes que han acompañado el hallazgo de algunos de los cuerpos, configuran la posible disputa de territorios entre grupos delictivos, lo cual prende los focos rojos ante la realidad criminal que vive la entidad.
Municipios como Ecatepec, Tlalnepantla, Chiconautla, Chimalhuacán, La Paz, Chalco y Nezahualcóyotl han sido escenario de estos crimenes que debilitan la confianza en las instituciones de seguridad pública y procuración de justicia, lo cual fortalece el circulo vicioso de la impunidad.
La falta de respuesta inmediata ante estos acontecimientos, así como el esclarecimiento oportuno, provocan del lado ciudadano la normalización de la violencia, lo cual es el principio de la impunidad y de la convivencia indirecta con grupos delictivos.
Ante tal situación urge una estrategia efectiva de las autoridades federales, estatales y municipales, donde a la par de los diagnósticos de municipios prioritarios se sumen acciones para la recuperación de la seguridad pública.
Adicional a la ola delictiva que se vive en el valle de México, en la zona de la capital mexiquense otro signo de la descomposición social se agudiza, al ser constantes los intentos de linchamientos, lo cual ilustra el grado de frustración social y abandono de las instituciones policiales.
Una de las alternativas para enfrentar con éxito ambas problemáticas, no sólo es la transparencia en las acciones gubernamentales, sino el acompañamiento entre gobierno y sociedad para resolver estas dinámicas delictivas. Mientras haya un gobierno distante de la ciudadanía, difícil será encontrar una luz en esta oscura realidad. *