El cuerpo de Juanita quedó sobre el concreto negro de Santos Degollado, junto a su bastón y uno de sus zapatos. Mucha sangre corre en su entorno y gente que se le arremolina. Unos minutos antes el párroco del Carmen salió a darle los santos olios. Otros minutos antes, un camión de la línea Urbana le arrebató lo que le restaba de vida.
Pasaban las 8:00 horas, Juanita llegó a la iglesia del Carmen para persignarse y pedir buena fortuna. Tomó atole con pan, que cada mañana le regalaban. Luego cruzó Santos Degollado, pero antes de subir la banqueta la unidad con número 254 de Urbana le pasó las llantas por encima.
"El padre salió a darle la bendición para que se fuera en paz", dice una feligrés que observó todo.
A Juanita le conocían como "La Abuelita", así le pusieron los comerciantes del mercado 16 de Septiembre y los feligreses de cada iglesia donde se paraba a diario para pedir limosnas.
"Todos los días sin falta, se ponía en los Portales que dan para Independencia, le decíamos: ¿Ya vino abuelita? Y todos la saludaban y le daban algo de comer", relata un repartidor que a diario va y viene con su bici en las calles del centro de Toluca.
Así lo hacía también Juanita, caminaba las plazas y portales: en la iglesia del Carmen, la Santa Veracruz y la catedral.
"La mujer era muy bajita, apenas andaba, llegaba a la iglesia, se persignaba y luego se paraba en la puerta a pedir ayuda, esa era su vida", recuerda el párroco del Carmen.
Él fue el último que pudo tocar a Juanita, le puso la cruz sobre su rostro con su bendición.
" Me acerqué, ya estaba inconsciente, le puse agua bendita y eso fue todo", describe el sacerdote.
Sobre la calle de Santos Degollado se reunieron muchos comerciantes y transeúntes que dicen alguna vez vieron a Juanita, con ese bastón y la espalda agachada.
"A diario la bajaban de una camioneta unos señores y luego ella se iba solita a caminar a pedir limosna".
TESTIGOS
De acuerdo con los testigos del hecho, el chofer del camión 254 de Urbana, luego de arrollar a la "Abuelita", se echó unos metros adelante, extrajo sus papeles y huyó.
"No dejó nada, ni tarjetón, se bajó corriendo y se metió por la puerta de la iglesia y se fue pa' arriba", relata el repartidor.
La unidad unos segundos después quedó vacía, los usuarios se fueron y solo quedó el cuerpo de Juanita en el asfalto.
"Había una patrulla que estaba parada en la esquina y no hizo nada para detener al chofer", reclaman los repartidores del mercado.
En la ficha oficial, la Secretaría de Movilidad informó que el chofer fue identificado como Julio César "N", de 31 años de edad. De quien se desconoce paradero.
LA ANÉCDOTA
Desde hace Juanita arribaba a diario al centro para pedir limosna. Solía bajar de una camioneta tipo Windstar con ayuda de dos hombres. Poco se sabía de quiénes eran y Juanita decía poco sobre ello.
"Le preguntábamos si eran sus hijos, pero no respondía, creo que la explotaban", advierten los testigos.
Las ropas de Juanita eran humildes siempre, y uno de sus ojos presentaba catarata, su cuerpo ya estaba maltrecho y los 83 años que cargaba a cuestas, cada vez le cobraban más fuerza.
Los repartidores, torteros, polleros, paperos, tamaleros y los feligreses, le conocían como "La Abuelita", era su apodo de cariño.
"Era de San Cristóbal", dice una mujer, "de allá venía", reitera. Pero en la escena del crimen, no hay ningún familiar que reclame el cuerpo. Nadie que diga su nombre completo o a dónde se puede donar ayuda.
"Le queremos hacer una colecta, pero no hay con quien", repone un comerciante.
En ese pedazo de concreto negro, donde permanece Juanita, lo único que hay para ella es una veladora encendida, un rezo que le dejó el sacerdote y las miradas de los que pasan.