¡Quítate el uniforme! Increpa el chavo de los tatuajes. Amaga aventarse contra el cerco policiaco pero se repele; se calienta el ánimo. Todo el barrio del Cóporo anda enardecido.
¡Somos barrio y de aquí no nos quitan! Advierte una mujer entre el tumulto de comerciantes que permanecen en medio de una valla de policías de la Plaza España.
Desde la noche del martes que les alertaron del arribo de tráilers cargados con juegos mecánicos de una empresa ajena, se avanzaron todas las familias a la plaza.
Bajaron en grupos con pancartas y se plantaron en el perímetro de la plaza con sus camiones cargados de estructuras metálicas con forma de caballito de mar y platillos voladores.
Dicen defender su “derecho de antigüedad”. Dicen ser quienes le han dado vida a la feria desde el siglo pasado.
¡Yo tengo trabajando aquí más de cincuenta años, señor! Repite doña Julia, “no sé por qué nos quitan, desde 1938 mis abuelos y mis padres tenían el permiso de los juegos, yo soy de los Delgado", reclama la comerciante. Desde su silla de ruedas convoca a no repelerse y envalentarse. Es la más brava de todos.
Son unas nueve familias de los barrios tradicionales de Toluca, que aseguran tener el derecho de cada año para instalar la diversión con los juegos mecánicos. Casi todos de la familia Delgado.
Pero este año se encontraron con la sorpresa que el ayuntamiento otorgó permisos a la empresa Aguilar y ellos quedaron fuera de la función.
Eso desató un bloqueo que llegó a la disputa. Una fiesta de empujones y bardas de policías.
Dedos señalando donde quiera, increpando. “Se dejaron venir” todos los del barrio del Cóporo y la colonia Sánchez.
Unos 80 policías antimotines custodiaron dos grúas con las que se remolcó las estructuras de los juegos mecánicos.
En la escena, una mujer se aferra con sus manos a uno de los camiones que carga parte de una estructura vieja y corroída por los años y que ahora es remolcado con una grúa. Es su único patrimonio y con el que cada año hacen negocio en la feria, dice.
"Mire, a mí casi me encueran, me arrastraron", se remanga la mujer su blusa para mostrar las señas de la disputa.
El grupo de mujeres muestran unos papeles al aire y dicen que son todos los requisitos que han cumplido: "Ellos no tienen antecedentes de estar aquí, nosotros sí" reprochan.
Entre el grupo un par de servidores públicos y jefes de policía intentan convencerlos de retirarse. Pero los comerciantes del Cóporo ya se atrincheraron.
“Con el debido respeto y sin cabildear, eso fue abuso de autoridad”, reclama uno hombre. “Discúlpeme pero no confiamos, y si algo le pasa, la violan, contra las grúas”, advierte el desconocido a los mandos policiacos.
"¡Ya soltaron a la Karla!", se gritan unos a otros, y amagan con ir en avanzada, “¡pues vámonos pa´, ya!
Pero en la trinchera de Santos Degollado todo “sigue caliente”. Aunque ya hubo una primera tregua y una oferta del ayuntamiento.
“Lo que más me calienta es que ese hijo de su put... madre se ríe", dice el chavo de los tatuajes, que desde el principio a increpado a los policías.
Al otro extremo, detrás de los tráilers, los empresarios contrarios se resguardan sin decir nada. A la espera que la fuerza pública les permita tomar su espacio por derecho. Por el que pagaron.
“No vamos a decir nada, ni calentar más esto”, indica en su única versión el empresario.
Pero el “filo del barrio” no amaga.