La despedida y un beso de Lupita en el ataúd de su madre Josefina ha conmovido a todos los que miran y están arremolinados en el corredor de la casa de la familia Esquila. La escena se consumó previo a que los cuerpos salieron rumbo al panteón de San Lorenzo Oyamel.
Es la tragedia de los peregrinos, a los últimos que sepultaron.
El viacrucis inició el sábado durante la madrugada, cuando un grupo de peregrinos se accidentó en la autopista León-Aguascalientes. Eran de Temoaya y se dirigían a San Juan de los Lagos. En total fueron 13 personas fallecidas y 11 más quedaron lesionadas.
El domingo y el lunes por la madrugada se hizo el traslado de los cuerpos hasta Ana Lorenzo. Fueron llegando y se velaron el primer día por separado.
A San Lorenzo arribaron seis de las víctimas y otras seis al poblado vecino de Molino Abajo. Uno más fue sepultado este martes en San Cristóbal Huichochitlán.
UN ÚLTIMO PASEO
Al interior de la casa con el portón blanco de los Esquila, previo al traslado al cementerio, los cuerpos de los peregrinos fueron pasados por el corredor amplio, donde se velaron desde el domingo.
Varios grupos de hombres entraron y salieron varias veces con los ataúdes cargando y hubo aplausos y porras cada vez que se repetía el paseo.
"Se hace como costumbre porque tienen una capilla aquí adentro", explicó uno de los familiares que en ese momento observaba y aplaudia a los ataúdes.
El paseo se hizo de entrada y salida por la capilla, y hubo un beso al ataúd de de Lupita para su madre. Le susurró unas palabras que solo se le pudieron leer en los labios.
UNA CARAVANA
Al fondo, en la última fila de la caravana van las carreolas, las bicicletas y los que no pueden seguir el ritmo. Es imposible ver encima de las cabezas y el tumulto de personas llenan una cuadra.
Y entre el tumulto, ya no se avanza. Y el sol no perdona y quema sin que se pueda sudar.
Los ataúdes llegaron hasta el atrio de Oyamel y se les presentó mientras repicaban las campanas. La misa fue desde la mañana debajo de la lona frente a la casa de los Esquila.
Entre la caravana, ya los niños lloran y lloran inocentes, estresados de lo largo del recorrido. Los globos que eran para lanzar al cielo para Lupita, la pequeña que está entre las víctimas. Pero ahora son de ellos. Juegan con ellos mientras la caravana llega al cementerio.
Por delante, junto con las coronas de flores y los ataúdes van los mariachis y no han dejado de entonar canciones con letras que pareciera pesan más que los cajones donde los cuerpos.
PEREGRINAR
El recorrido fue de más de una hora y media. Desde la tercera planta de una casa, se observa un tumulto que se ha quedado sobre la calle del cementerio, donde, desde el lunes, una retroexcavadora comenzó a cavar las fosas.
Se mira un enorme peregrinar de personas que llegaron de todos lados.
"No son de aquí, es gente que vino de fuera", explica una mujer que observa el tumulto desde la azotea de una casa aledaña al panteón.
Todo el tumulto es imposible que quepa en el cementerio y solo aplauden cuando escuchan el eco, porque ya bajaron otro de los cuerpos a la fosa.
Es el último adiós, la última despedida a los peregrinos de Oyamel.