“Es un honor estar con Obrador” clamaba la multitud dentro del patio central del Hospital Rural de Amanalco, mientras que por fuera, familiares y amigos de la joven Brenda Cruz García, escribían en cartulinas fosforescentes.
Casi desapercibidos, casi invisibles, pero colocados en una zona estratégica, dónde los altos funcionarios del equipo del presidente saldrían del lugar, ahí se apilaron, contra la valla de seguridad.
Desapercibidos hasta que se acercaron dos hombres, presuntamente del equipo de López Obrador. Intimidantes, antipáticos, dijeron: “¿Qué es eso? ¿Qué piden?”
Temerosas, dos jóvenes les dijeron: “Son carteles para que los lea el presidente”
-“¿Qué piden?”, les recordaron.
-“Justicia para Brenda”, respondieron altaneramente.
Confuso todo, en un ambiente de alegría el equipo del presidente se mostraba desconcentrado, como si lo único que importará fuera cuidar los puestos ambulantes con los peluches y tazas del presidente.
-“¿Qué le paso?” con un tono de voz diferente, como si trataran de generar un vinculo con las manifestantes.
-“La mataron en la tercera sección del Capulín, acá arribita, iba en un taxi” respondió con la voz casi quebrada, la joven que repartía las cartulinas entre los presentes.
-“¿Levantaron una denuncia? ¿Ante qué autoridad?¿Traen un escrito para el presidente? ¿Qué necesitan?” respondieron con total empatía los trabajadores de Andrés Manuel.
-“Ya hicimos todo eso, ante el gobierno, por eso queremos que nos vea Obrador, para que nos hagan justicia por Brenda, no se vale” retirándose de la plática a con ellos y sumándose con la multitud
Entre la multitud, los reclamos se hacían oír al personal de seguridad, quienes trataban de despejar el carril por que saldrían los vehículos oficiales, de parte de los manifestantes, quienes decían “¿Qué no supieron? La mataron, hasta salió en la tele”
Pero perdió fuerza, la gente no se acerco ni por solidaridad ni por curiosidad, pasaban todos felices porque escucharon hablar al presidente, como si Brenda no hubiese existido, como si las tres mujeres que mueren a diario en el Estado de México solo fueran una cifra más.
Sin medios de comunicación, cámaras, ni reflectores, alzaron la voz, una vez más pidiendo justicia para una jovencita, quién se puede reflejar en nuestras hermanas, primas, o simplemente una conocida, una vez más recordando que nos las están matando.
Quizás, le avisaron al presidente, quizás bajo su ventanilla para platicar con ellos, lo que es un hecho es que la gente de Amanalco de Becerra aprovecho la visita del Presidente de la República y del Gobernador del Estado de México para recordarnos que las están matando, que no es un problema aislado, ni que solo le toca al gobierno resolverlo, sino en conjunto, en comunidad, como entes sociales inmersos en esta descomposición que tenemos en la forma de relacionarnos entre sí.